El modo en que «todos y cada uno» de los seres humanos se encuentran con el mundo diseñado depende de los distintos grados de acceso equitativo a determinadas realidades materiales, espacios y experiencias. Todo buen diseño puede aportar alegría, difundir información, promover la educación, garantizar el acceso a la sanidad y proporcionar conocimiento y bienestar. Por esta razón, la función del diseñador es indispensable en nuestra sociedad y su mayor alcance, necesario.
El IED defiende la labor del diseñador como elemento esencial en la comprensión de la interacción de factores sociales, económicos, medioambientales, tecnológicos y geográficos para conceder o bloquear el acceso equitativo en determinados contextos. Y a raíz de este análisis social y, mediante metodologías y técnicas propias del pensamiento del diseño,ser capaces de desarrollar soluciones que mejoren la vida de las personas.
«Todas las personas merecen vivir en un mundo bien diseñado» (“All people deserve to live in a well-designed world”). Vivir bien y desarrollarse, con el apoyo de objetos, lugares y sistemas diseñados con esta finalidad, es algo a lo que todo ser debería poder acceder. Los diseñadores no sólo aportan mejoras a las situaciones de la vida, sino que también suelen controlar el acceso a estos beneficios. El diseño para todos y cada uno consiste en darse cuenta de todas las partes presentes, prestando cuidado y atención a una amplia gama de variaciones, relaciones y entornos humanos.
Ahora, más que nunca, es momento de trasladar y difundir el poder del diseño.